En la tierra o con destino en las estrellas, para salud del corazón, tome en cuenta estas lecciones espaciales
Por ·¬ÇÑÊÓƵ News
El 20 de febrero de 1962, John Glenn hizo historia cuando se convirtió en el primer estadounidense en recorrer la órbita del planeta Tierra.
Alrededor de media hora después del lanzamiento, quizás al pasar por sobre Zanzíbar, Glenn también tuvo un evento histórico menos mencionado, cuando se convirtió en el primer ser humano que utilizó equipo de acondicionamiento físico en el espacio.
"Se llamaba aparato de ejercicio en vuelo MA-6", dijo su compañero, y veterano del espacio, James A. Pawelczyk, profesor asociado de fisiología y kinesiología en la Universidad Estatal de Pensilvania en University Park. "Básicamente, era una cinta conectada a una cuerda elástica con una manivela".
Glenn ponía los pies por la cinta y hacía ejercicio, mientras que se le medían el pulso y la presión sanguínea.
El suceso podría parecer solo la nota al pie de página de una gran aventura. Sin embargo, demuestra que, desde la época de ese primer vuelo corto del astronauta, nos hemos preguntado las formas en que se adapta el sistema cardiovascular; y, además, "si podemos mantenerlo sano", agregó Pawelczyk.
La respuesta de ese segundo tema ofrece lecciones a quienes nunca nos acercaremos al espacio, aparte de algún episodio de "Viaje a las estrellas" ("Star Trek"). En breve, no importa dónde se encuentre, si desea tener una vida larga y próspera, debe mantenerse activo.
"Eso es algo que ahora damos por hecho", pero no era así cuando Glenn voló, dijo Pawelczyk. "En muchos sentidos, los desarrollos que hemos logrado en el espacio van en paralelo con lo que pensamos acerca de la salud cardiovascular aquí en la Tierra".
La ingravidez parece ser divertida, pero posa retos para el corazón. Cuando el cuerpo del astronauta se libera del jale de la gravedad, la sangre se acumula en la parte superior del mismo.
"Vea a cualquier persona en vuelo y se dará cuenta de que la cara se nota hinchada de una forma algo precisa", dijo Pawelczyk, quien estuvo en órbita dieciséis días a bordo de la nave espacial Columbia, en 1998. El astronauta recuerda comer con sus compañeros de la tripulación y como "todos se divertían jalándose la piel de las piernas debido a que estas se les habían puesto tan flacas".
A los astronautas también se les pueden atrofiar los músculos, o pueden perder densidad ósea y tener otros problemas. Los efectos son como si envejecieran rápidamente.
El Dr. Benjamín Levine, director del Instituto para el Ejercicio y la Medicina Medioambiental, en el Texas Health Presbyterian Hospital de Dallas, ha participado en muchos experimentos pioneros de cardiología en el ámbito espacial.
Levine estudia personas en la tierra confinadas en camas, con el fin de entender lo que sucede en los cuerpos de los astronautas mientras están en el espacio. Dichas camas se inclinan un poco para replicar la forma en que la ingravidez afecta la distribución de líquidos en el cuerpo. En esas condiciones, el músculo cardíaco se atrofia aproximadamente en 1% por semana, señaló Levine, quien también es profesor de cardiología y profesor distinguido de ciencias del ejercicio en el UT Southwestern Medical Center.
Junto con su equipo, Levine deseaba ver si el ejercicio podría cambiar eso, por lo que pidieron que los sujetos confinados hicieran ejercicios de remo para compararlos con un grupo que no se ejercitó.
Al pasar cinco semanas, el corazón de los pacientes encamados se encogió y entiesó, "de la forma en la que lo esperábamos", indicó. Pero ¿qué sucedió con los que remaron? "No pasó nada. Fue como si nunca hubieran estado en cama".
Los resultados se replicaron con astronautas en la Estación Espacial Internacional. "No vimos ninguna atrofia cardíaca" cuando los astronautas hicieron ejercicio, dijo Levine.
Lo fue publicado el pasado julio en el boletín Circulation. Dentro de los resultados también se mostró que ejercitarse en el espacio, además de inyectarse líquidos intravenosos al aterrizar, podría prevenir que los astronautas se desmayaran al regresar a la Tierra.
Otros estudios de Levine muestran que tres semanas de reposo en cama son peores para la capacidad corporal, en cuanto al desempeño de trabajo físico, que treinta años de envejecimiento. Levine mencionó que eso implica que muchos problemas del corazón, tanto en la Tierra como en el espacio, pueden mantenerse alejados al entrenarse.
Pero no todos. Ese es otro aspecto de la salud cardíaca en el espacio que debe resonar con los que estamos en la Tierra: es importante revisarse en forma regular.
No todos los astronautas "tienen una salud perfecta, como si fueran miembros de las Fuerzas Especiales", dijo Levine. "Son hombres y mujeres de mediana edad. Si buscamos el evento más catastrófico que puede sucederle a un hombre o mujer de mediana edad durante una misión de tres años en Marte, sería un síndrome coronario agudo". Eso hace que las pruebas de detección sean vitales.
Limitar las probabilidades de que ocurra un problema cardiovascular inesperado debe ser un elemento clave de las misiones de larga duración. En el espacio nadie puede llamar a una ambulancia. Este punto se hizo explícito recientemente.
El pasado enero, el boletín médico, publicó acerca de un astronauta, no nombrado, quien desarrolló un coágulo inesperado en la vena yugular a los dos meses de estar en una misión de seis meses. Las agencias en la Tierra idearon un tratamiento de respuesta y el astronauta completó la misión. El coágulo desapareció poco después de regresar al planeta.
Los astronautas que se dirijan a la luna, o a Marte, también dejarán atrás la protección del campo magnético terrestre quedando expuestos a radiación ionizante. La investigación sugiere que ese tipo de exposición puede acelerar el endurecimiento de las arterias.
En lo general, señaló Levine, al corazón le va bien en el espacio. Otros peligros parecen ser mayores y sirven para recordarnos de la valentía que se pidió de Glenn para subirse en su cápsula.
"Hasta ahora, el cien por ciento de las muertes ocurridas dentro del programa espacial, han sido por pérdidas catastróficas de los vehículos", agregó.
Pawelczyk era bebé cuando Glenn voló por primera vez, pero sus carreras llegaron a encontrarse. Cuando Pawelczyk estuvo a unas semanas de su vuelo en 1998, Glenn se preparaba para su segundo viaje espacial en ese mismo año.
Se conocieron por primera vez por accidente. Pawelczyk había estado esperando afuera de un salón de clases en el cual tenía programado un entrenamiento. Cuando entró para ver el motivo del retraso, tan poco típico en la NASA, se topó con Glenn.
Mencionó que Glenn, fallecido en 2016 a la edad de 95 años, fue una persona humilde y cortés. "Un estadounidense realmente extraordinario".
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